En el año 2019, el barniz de Pasto fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un logro muy significativo para la cultura colombiana, en especial para la región surandina del país, donde esta técnica se practica desde tiempos antiguos. Desde entonces, el barniz ha incrementado su relevancia y su reconocimiento.
Los turistas que visitan la ciudad con la intención de empaparse de la cultura suelen caer en el mismo error. Y no solo ellos: también muchos habitantes locales desconocen esta declaración y, aún más, ignoran qué es realmente el barniz. El título oficial del reconocimiento es “Conocimientos y técnicas tradicionales asociadas con el barniz de Pasto Mopa Mopa, Putumayo y Nariño”. Como se aprecia, el reconocimiento no recae únicamente sobre el barniz, sino también sobre las técnicas tradicionales vinculadas a él: desde los maestros recolectores del mopa mopa en su estado primario, hasta los artesanos de la madera —ebanistas y talladores— que con destreza dan forma a las bases de las piezas que luego serán barnizadas. El proceso culmina en manos de los maestros barnizadores, quienes con su creatividad y talento elaboran composiciones bellísimas, cargadas de historia y significado.
Si bien muchas personas aún desconocen esta técnica y todo lo que la rodea, existen otras que impulsan proyectos y gestionan recursos para difundir este conocimiento a un público cada vez más amplio.
Los oficios artesanales y culturales de nuestra región son tan bellos y fascinantes que merecen ser conocidos y valorados. De hecho, practicarlos constituye una experiencia profundamente significativa; me atrevo a decir que incluso tiene un carácter terapéutico. Quizás, se deba a que se genera una conexión especial al explorar los materiales, sus texturas, colores y aromas. Sin duda, es una invitación a reiniciar nuestros sentidos y a adquirir una mayor conciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno.
Nuestra región es un lugar maravilloso, lleno de colores y paisajes hermosos, de gastronomía exquisita, y de una cultura con profundas raíces y simbolismos. Hay tanto por ver y aprender, que difícilmente puede limitarse a las palabras de alguien que, aun con el corazón lleno de orgullo, no sabe cómo describir toda su grandeza.
Tania Maria Rojas Narvaez, aprendiz del programa técnico en Carpinteria



